jueves, 8 de mayo de 2014

Una vez tuve un barco...

Una vez tuve un barco, un barco joven, uno que apesar de las tempestades, temblaba pero no se hundía. En algunas ocaciones tenia que trasnocharme para sacar todo el agua de la cubierta en los días de tormenta en altamar.

Una vez, en una tormenta mi barco querido, encalló en una costa desconocida, y toda la tripulación temimos. Temimos de que no nos volvieran a encontrar, temimos de perdernos, temimos de desaparecer, entonces la tripulación y yo, escribimos nuestros nombres con un cuchillo en la cubierta. Mientras escribia mi nombre, en la piel de mi barco, me hize una herida con una astilla, y mientras trataba de retirarla, la astilla me lastimaba más, entonces decidí dejarla ahi.

Los primeros días me dolía al punto de preferir no coger nada con la mano (desgraciadamente era  mi mano derecha), asi que a la mala, aprendí a usar mi mano izquierda para comer, escribir , dibujar, entre otras cosas que disfrutaba hacer.

La tripulación y yo aún temiamos de lo peor: que nos habrian dado ya por perdidos, o peor aún, por muertos. Mi querido barco, se veía tan solitario sin que su tripulación corriera y riera en su cubierta. Mi barco, tan lejano y solo, me miraba con sus tristes velas, pidiendome que no lo dejara, que no me rindiera, que teniamos que tener una ultima aventura en altamar, como aquella primera vez, sin tripulación, sin experiencia, con mucho temor, temor a morir, temor a morir ahogados por la emoción del mar.

Luego de esa mala experiencia, mi tripulación y yo tuvimos mucho temor de volver a embarcarnos en mi querido barco.

Una noche, con mucho temor, volvi a pisar la cubierta de mi querido barco, toque nostalgicamente el timón, y recorde ese dolor de la astilla, que ahora se sentia, casi absurdo. Absurdo pero recordaba como dolió, pero ahora ya no dolía lo suficiente como para ser cuidadoso nuevamente.

Es ahí donde ví mi nombre tallado en la vieja madera, recordé aquellos viajes que habíamos vivido, la primera vez que besé la brisa del mar, la primera vez que reí al ver el amanecer en el horizonte; y que decir de la primera vez que vi la luna llena y ví como su luz, era la única luz que alumbraba y se reflejaba en mis ojos en la oscuridad absoluta de la noche; no podría olvidar la primera vez que me bañé en las aguas virgenes azules, nunca.


Ahora te veo, siges siendo tan solitario, tan lejano, tan viejo, mi querido barco, algún día volverás a tu puerto, y si nunca vuelves, te recordare con esta astilla que hasta el día de hoy se encuentra en mí, que ya no duele más; porque se hizo parte de mi.


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